domingo, 5 de octubre de 2014

Soñar pistolas, produce monstruos.





 -¿Qué pasa? Vuelvo a abrir los ojos. Sostengo un ramo de flores en las manos. El vestido... El velo...

-Corre,-me susurran al oído-él no va a volver.

Me recojo el vestido con la que me queda libre y corro con la destreza que me dejan los tacones. Entro en una habitación blanca con una barra de bar. Supongo que es el lugar del convite. Miro a mí alrededor. Una mesa grande preside la estancia como si de una celebración medieval se tratara y yo de esta guisa fuera el bufón.

-No te preocupes, yo no te abandono.

Ahora la veo, es mi hermana, mi hermana ha venido a verme. Ella viene cuando nadie está, cuando no quiero oír a nadie.

Dejo las rosas en el suelo y comienzo a sollozar. Él se ha ido. Dijo que vendría, dijo que él nunca me dejaría sola. Y aquí estoy...

-No llores, niña tonta, ven conmigo. Yo nunca te he dejado, yo nunca te he abandonado.
Aprieto los puños hasta que noto las uñas clavarse en las palmas, ahogo un grito mientras me seco las lágrimas en el velo.

Grito, ahora grito fuerte. Tanto que noto rasgarse mi voz entre las paredes y columnas de la sala. Le doy una patada a una silla y acto seguido la tomo con el ramo. Lo pateo y después lo piso. Que mueran las rosas, que yo merezco más.

Alzo la mirada y caigo en el bar de nuevo. Seco mis lágrimas de rabia y camino tan digna que sé que el mundo está a mis pies. Bajo la suela de mi tacón. Sostengo la mirada al infierno y desafío al barquero.

En la barra me pongo un vaso del licor con más grados que he visto. Me bebo el primer vaso de un trago. Lo tiro al suelo y lo piso.

-Mira en el bolso. Él no te quiere.

-¡No sé dónde está el bolso!- grito.

-En la mesa.

Voy hacia la mesa que tiene una rosa en el centro y cojo el bolso. Dentro, una 9 milímetros, un móvil y un pintalabios.

Me pinto los labios y cojo la pistola. Apunto a uno de los cuadros. Imagino sus labios, imagino sus pestañas, le imagino de rodillas suplicando clemencia.

-Se valiente, que no te tome el pelo.

Corro hacia la barra y cojo la botella. Guardo la pistola en el bolso y me dispongo a volver a casa. Pasan las calles como los anuncios de una película interesante, están pero no los escuchas.

Ya en casa, un ático con dos pisos, me quito los zapatos y los tiro en una esquina.

-Cariño, ¿dónde estabas?

-¡Calla! Estúpido.

Subo a la habitación y doy un portazo tras de mí.

-No te eches atrás ahora. Hemos hablado de esto muchas veces, él no te quiere y yo te necesito.- me dice mi hermana desde el otro lado de la estancia.

-Lo sé, pero no es tan fácil.

-Lo es. O me iré para siempre.

Esa última palabra retumba en mi cabeza como un martillo pilón.

-¿Qué pasa? Sal de la habitación.

Salen de mis ojos unas lágrimas. Ahogo el llanto en la almohada y me seco las lágrimas. Alzo la vista, me miro en el espejo de pie y saco la pistola del bolso.

Abro la puerta y ahí está él. Con su polo y sus vaqueros. No viene el día de nuestra boda y aún se pone guapo y se echa colonia. Cuello y muñecas huelen a deseo.

-Qué haces con eso en la mano.

-Cállate, estúpido. Hoy íbamos a casarnos.

-Pero... Que estás dicie...

Alzo la pistola y le apunto al pecho. Tengo las dos manos en la pistola. El metal se nota frío en mis manos calientes. El gatillo me arde en el dedo índice. Miro el percutor que espera mi señal. Siempre he tenido el poder.

-¡Nunca me has querido y si no te casas conmigo, no lo harás con nadie!-le grito.

-Para, no hagas nad...-da un paso hacia atrás y cae escaleras abajo.

- Eso son excusas. Te dije que era un mentiroso.

-Lo sé.-contesto.

-¿Con quién hablas?

Deslizo mi dedo por el gatillo y miro fijamente su pecho. Aprieto y veo cómo se activa el percutor y sale el demonio de mi pistola. Veo cómo se mete en su hombro y él grita de dolor. Grita llevándose la mano al hombro herido. Intenta pedir clemencia pero no es capaz de articular palabra. Vuelvo a disparar dos veces contra su pecho, esta vez acierto y veo cómo se le va la vida. Bajo con la pistola y el bolso en las manos.

-Está hecho...

-Solo queda el último paso. Y volveremos a estar juntas.

Me encamino al baño y recupero la botella. Bebo un trago largo y cojo un bote de pastillas, lo abro y me tumbo junto a los tacones. Bebo otro trago largo y tomo las pastillas. Noto cómo la pistola se me cae de las manos.

Se acabó el dolor. Espero que el barquero tenga sitio para las dos, hermana. Ya voy



--Foto de Alba Cortés para Roberto Casero--

2 comentarios:

  1. Una vez más has vuelto a sorprenderme. Con este relato has conseguido dar un giro a lo que normalmente sueles escribir sin perder tu toque y tu esencia.
    ¡Enhorabuena! Y felicidades porque vayan a dar vida a esto. Si necesitas ayuda, dímelo.

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  2. Te sigo, porque me encanta tu blog y porque me ha encantado lo que he leído. Espero que puedas pasarte, llevo muchos años en Blog pero he empezado este nuevo pequeño espacio :)
    Un beso.
    www.humanfilters.blogspot.com

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