La marea sube y baja cada ciertas horas, es un movimiento
natural del planeta. Es como si Poseidón respirara y con ello subiera y bajara
la marea. También dicen que lo que pasa en el mar y en la Luna está
estrechamente relacionado. Como si los locos escritorcillos de tabaco rubio no
tuvieran suficiente con el mar, nos vino a ver la Luna.
Como decía, los viejos marineros contaban aquella historia de
que al Dios del Mar se le hinchaban los pulmones y que por eso el mar se
revolvía. Esta es la historia de uno de esos días revueltos en los que la mar está
alta, altiva. En los que Poseidón mira por encima del hombro la tierra.
Me desperté por quinta vez aquella noche. Las 3:34 parece
mentira que sólo sea esa hora. La miré y la vi lejana, como en un sueño que
jamás será mío. Y la toqué, por si acaso estaba soñando.
Pasé mi dedo índice por su mejilla derecha y me detuve en su
pequeña cicatriz de la infancia. Miré por la ventana y vi que no llovía.
Me vestí con la máxima celeridad y silencio que fui capaz de reunir. Me volví a
quedar mirando, resopló y le subo la manta, le toco el hombro y marcho a la
cocina, cojo el papel y escribo:" deja que Morfeo esté contigo esta
noche". Dejo el papel en su mesita. Me abrocho la camisa y gabardina
y cierro la puerta. El frío cercano al invierno me abofetea la cara como el
bamboleo de un velero en alta mar. Me avisa de que con prontitud querré volver.
Me llevo las manos a los bolsillos y observo la ciudad, que
se muestra dormida, aletargada e incluso débil a estas horas de la noche. Me
encamino al casco viejo por el empedrado y cuando lo paso voy a parar al mar.
Inmenso e imponente, me siento un siervo más de Poseidón. Camino por el paseo
marítimo dejando atrás el puerto deportivo y subo la cuesta hacia el mirador de
la playa. Me siento ensimismado en las olas y como rompían en las rocas a lo
lejos y así es como pude ver como un barco luchaba con el mar para para
mantenerse a flote.
El barco parecía agarrarse a sí mismo para seguir a flote mientras
se iba acercando a la costa, ya se podía ver a los marineros. Que se abrazaban
y miraban entre ellos. Deben estar rezando a cualquier cosa que quieran creer
para que el agua no se los lleve. La vela mayor estaba pidiendo a gritos
la jubilación y el casco del barco aguantaba por inercia más que por ganas.
La situación fue empeorando hasta que el barco
definitivamente encalló. Pero al cabo de un rato pasó algo sorprendente, algo
llevó los cuerpos medio moribundos de los marineros a la orilla de la playa y
estos se despertaron tosiendo y muy aturdidos. Después de unos diez minutos
llegó el que parecía ser el capitán del barco con una botella vacía con un
papel dentro entre sus manos. Bajé a la playa a ayudarles, pero no parecían
necesitar la ayuda, solo tenían un par de rasguños y alguna pequeña contusión.
El capitán del barco no soltaba la botella mientras negaba
con la cabeza. Yo mientras tanto le preguntaba que qué pasaba, pero no era
capaz de articular palabra, le ofrecí a aquel viejo marinero una copa, aún
sabiendo la hora que era y sólo me contestó ofreciéndome un cigarrillo. Yo
asentí mientras fumaba aquel húmedo pitillo.
Ya con una copa en la mano y algo más seco, le pregunté que
qué había pasado y este entre dientes accedió a contármelo con la promesa de
jamás desvelar aquel secreto. Tenía una voz profunda y algo ronca. A nuestro
lado los marineros roncaban en unos malos asientos.
"Que conste que siempre he sido un buen católico,
carámbano nunca voy a misa porque yo salgo al mar incluso en los días de
domingo. Y hoy es una de esos días en los que sabes que la vuelta va a costar
más que la ida. La botella que tengo a mi lado- dijo mientras le echaba un
vistazo- es un contrato.
Yo era pequeño cuando los viejos marineros me contaban
antiguas historias que hablaban de naufragios y de sirenas y milagrosos
rescates en alta mar. Una de ellas decía que, si cuando ves que peligra tu vida
en el barco le pides al Dios del Mar que te salve este puede hacerlo, pero a
cambio a los diez años las almas que hicieron el contrato deberán ser devueltas
al sitio donde pertenece. Que es el mar. Muchos marineros contaban esta
historia pero la verdad es que ninguno no la creíamos. Siempre crees que son
historias de miedo para niño o cuentos populares.
Pero hace un rato cuando vi que la vida mía y la de mis
hombres peligraba, decidí hacerlo. Puse el pequeño tridente que llevaba en la
bodega boca abajo y desafié tres veces al Dios del Mar. Al poco escuché crujir
y romper el casco y con el bamboleo y la violencia de las olas caímos todos al
mar, luchamos y volví a desafiar tres veces al Dios del Mar. Al poco me
encontraba casi ahogándome y unas criaturas marinas me llevaron a tierra cuando
ya estaba inconsciente, con este cacho de cristal.- En ese momento el hombre quitó
su mano de la botella de Ron y cogió la de cristal verde y la rompió contra el
borde de la mesa. Sacó el papel, que parecía una carta vieja y la puso sobre la
mesa.- Mis hombres creen que se ha obrado un maldito milagro pero lo cierto es
que he vendido sus almas por unos pocos años en tierra."
En ese momento golpeó la botella vacía de ron sobre la mesa,
yo me levante pagué la cuenta y una botella más para aquel afligido marinero.
Necesitaba aire y ver si me podía creer aquello. Me despedí de aquel triste
marinero y me encaminé a casa mientras el sol amenaza con salir.
Cuando llegué a casa ella aún dormía impasible, como si el
mundo no fuera un sitio terriblemente cruel. Yo me eché a dormir esperando que
lo que había visto aquella noche fuera mentira y aquello solo fuera un sueño.
Pero cuando me desperté en el periódico se hablaba de un barco que había
encallado y unos marineros desaparecidos y a mí me faltaban unos billetes en la
cartera.